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Siendo una obra de misterio y terror enmarcada en la época victoriana, para este trabajo era fundamental reflejar la atmósfera en el cartel. Se realizó una sesión fotográfica con los distintos actores, la escenografía y el atrezo intentando que, en la medida de lo posible, cada elemento del cartel se viera real, indicando al espectador que lo que podía ver estaría presente en la representación.
Los fondos también debían ubicar al espectador en el lugar en el que se desarrollaba la obra (una vieja mansión, en este caso) reforzando la atmósfera con los gestos de los actores, elementos barrocos y detalles «fantasmagóricos», todo con una paleta acorde al vestuario y la iluminación además de elementos decorativos que remitieran a la época. También se reimaginó el logo de la Compañía acercándolo a la era Victoriana.
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